miércoles, 6 de febrero de 2013

La teoría de Public Choice


Uno de los mayores contribuyentes a la teoría económica contemporánea es sin lugar a dudas James M. Buchanan, quien es reconocido por muchos estudios en la economía moderna. Quizá de todos sus trabajos, sus estudios sobre la teoría de la elección pública (public choice) sean los más famosos e interesantes.
La teoría de la opción pública trata de explicar cómo interactúan la economía y la política dentro de un estado. Definiendo que ambas partes operan dentro de un mismo sistema y que los actores participantes siempre actuarán en primera instancia abogando por sus propios intereses. Cuando esta teoría fue formulada, allá por los 50’s, tuvo muchos opositores quienes argumentaban la existencia de un homo economicus y de un homo politicus quienes eran capaces de anteponer su interés personal por el de algo mayor: el bien común.
Podríamos entrar en grandes disertaciones sobre si el hombre es bueno o malo por naturaleza, o sobre si actuamos por razonamiento o interés, pero al final de cuentas esos puntos son relativos, no son circunstancias fijas sino más bien flexibles, y por ello es más importante abordar el trasfondo, lo mero bueno por así decir, de lo que la Buchanan propone en sus estudios.
Si los actores sólo se interesan si ganan algo ¿Cómo hacer que el sistema funcione? Es más ¿Puede en realidad funcionar? La respuesta está en crear instituciones las cuales de incentivos a los actores a cambio de que cumplan sus funciones. La idea es que se motive a los políticos y a los burócratas a ir más allá de sus funciones si a cambio se les da un incentivo. Suena difícil, y costoso, pero cabe señalar que no siempre el dinero es el mejor incentivo.

Vámonos a lo práctico
Uno de los mayores errores en la política de México, y muchos otros países, es el tiempo frontera de planificación. Es difícil imaginar que un presidente municipal proyecte a largo plazo, en especial si su periodo de gobierno es de tan sólo 3 años. ¿Qué se puede hacer para que el alcalde de ahora decida planear a futuro y le pase la estafeta al siguiente? Y sobre todo, le pase la estafeta al siguiente sin importar el partido del que provenga.
Otro escenario: los diputados plurinominales. Si de por sí uno nunca termina por sentir que los diputados y senadores son en realidad representantes nuestros ante la cámara, menos lo son los plurinominales. Y el sentimiento es incluso mutuo, cómo un diputado plurinominal puede responder a la voluntad de los ciudadanos, si quienes lo han puesto en el puesto son los de su mismo partido. El sentimiento de responsabilidad, es  sencillamente, inexistente.

Conclusiones
Es curioso ver cómo la teoría que se andaba apenas formando hace unos 50 años es una realidad hoy en día. La solución propuesta por Buchanan y otros teóricos como Romer Rosenthal gira en torno a incentivar y castigar a los actores para que cumplan sus funciones, un poder que debería ser delegado al gobierno (¿Suponemos?), sin embargo, si el gobierno es capaz de corromperse, delegar esta autoridad entonces resultaría en un avance nulo.
¿Soluciones? ¿Alguien se atreve a proponer alguna?

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